martes, 28 de abril de 2009

Como unas tangas rosas

Ayer, abrí el paquete de lavandería que había recibido dos días atrás. Llevaba dos días sin salir del apartamento. No hay a donde, no hay con quien, no hay a qué. Ya ni misas hubo. Ni el Starbucks agringado del frente. Ni siquiera el McDonalds de las veinticuatro horas. El único negocio abierto es el de mi tocayo, quien dice estar matando el virus con tequila. Sus ojos rojos e irritados justifican cualquier suspicacia frente a su intento.

Ayer, abrí el paquete de lavandería que había recibido dos días atrás. Debo confesar que llevaba dos días sin bañarme. No se si en verdad le estaba tomando miedo al agua. O estaba cayendo en ese estado de indiferencia hacia el propio cuerpo, tan común en los momentos en que abandonas la idea de socializar y prefieres estar concentrado en algo. ¿En qué? En los boletines de cada quince minutos que aparecían en las agencias de noticias de internet. Seguir paso a paso y minuto a minuto la información oficial acerca de una proto-pandemia como esta, no es ni lo más divertido, ni lo más emocionante. Pero si puede ser muy morboso. Revisar foros y blogs, leer las más diversas teorías, desde aquellos que piensan que esto es un plan macabro de los Illuminati para acabar con la humanidad, hasta aquellos que piensan que en realidad es el ataque de un arma química. Entre los unos y los otros es muy probable extraviarse y olvidar el mundo real. Aún más cuando esa es precisamente la recomendación.

Ayer, abrí el paquete de lavandería que había recibido dos días atrás. Busqué mis boxers preferidos, los anchos de rayas rojas con negras. Y encontré unas tangas rosas, rosadas, pinks, no muy punks. ¿Qué hacían ahí? ¡quien sabe! No lo había pensado hasta ahora. Un día después.

Todo puede ser un símbolo. Buscas, abres, esperas encontrar algo que estás seguro que está ahí dentro. Pero no. Encuentras algo distinto, algo que nunca esperaste, algo que no debía estar ahí. ¿Y qué haces? sonries. No es un insecto, no son unas medias sucias, no son unos brasieres descosidos, son unas divertidas tangas rosas, rosadas, pinks, no muy punks. ¿Y qué si fueran otra cosa? No sería lo mismo, lo recibirías de otra forma. Pareciera que la vida, luego de traerte en el paquete de la lavandería aquello que estás siempre acostumbrado a encontrar, aquello que sabes que tiene que estar ahí, aquello que apostarías hallar, te lanza unas tímidas, pequeñas y delgadas tangas rosas. La monotonía quizás te lleva a pensar que siempre estarán los mismos boxers, las medias de siempre, quizás con su roto más grande. ¿Pero cuando pensaste que ibas a encontrar unas tangas casi transparentes y limpias en tu paquete de lavandería?

¿Si el destino tuviera jeta, que te querría decir con eso?

Al menos, mi paquete de lavandería no será el mismo la próxima vez. Me imagino a mi, dentro de quince días, abriendolo expectante. Sonriendo, imaginando mil cosas distintas que pueden salir de ahí. Quizás, o no, lo abriría lento, despacio, mirandolo fijamente desde el momento en que algo se alcance a vislumbrar de su interior, temeroso pero juguetón, así estaría con mi nuevo paquete de lavandería. Y luego, tal vez, encontraría dentro aquella camiseta curtida o aquel jean con la marca de un cigarro viejo. Quizás la magia se perderá. Pero al menos la curiosidad habría despertado una vez más. Priceless.

En ocasiones ocurren cosas que nunca esperas. Que hace que lo-pienses diferente. Que te hace creer-lo.

Plus ça change.

Lo sabíamos, no lo esperabamos.

sábado, 25 de abril de 2009

Like a survival horror movie!

Calles vacías, los establecimientos cerrados, vendedores ambulantes haciendo su agosto con los tapabocas, el metro lleno de personas temerosas, las clínicas abarrotadas atendiendo a sus muchos pacientes en los patios... NO es una escena de una pelícual de survival horror, es la situación actual del DF.

Un motivo extraño me impulsa a retomar estas vainas chilangas. Como ya todos sabran por las noticias y periódicos, el DF se encuentra en una situación harto particular. A mi roomie y a mi nos acaban de echar de un Starbucks ya que por decreto presidencial deben cerrar los establecimientos hasta nuevo aviso y la próxima semana ni escuelas ni universidades estarán funcionando. ¿Por qué? Una epidemia de una efermedad nueva se está extendiendo por la ciudad.

Y es que en una ciudad tan populosa cualquier cosa que pueda contagiarse lo hará muy rapidamente. La Organización Mundial de la Salud acaba de establecer un centro de emergencia para monitorear y esperar el momento en que esto se convierta en una pandemia. Pandemia es una palabra que suena muy grande y grave y el clima de zozobra está en aumento. Lo que menos se quiere es que declaren a México en cuarentena eso no ayudaría con la sensación de inseguridad que ahora parece generalizada.

¿Qué hacer? Nada. Esperar que aquel jinete del apocalipsis no le de por hacer una vuelta muy larga sobre los cielos defeños y que aquello que están diciendo los conspiretas políticos, que nunca faltan, sea verdad: Que todo es una cortina de humo. Aunque los ya 80 muertos y 1300 y pico de enfermos parecen no sostener esa tesis que realmente resulta tranquilizante pero irreal.

¿Y qué haré yo? Pues estar más en casa que de costumbre. Y actualizar este blog con cada cosa que suceda. Para que ustedes, queridos lectores, conozcan un poco más de cerca que es eso de estar dentro de una emergencia sanitaria de escalas bastante grandes (como todo dentro del DF).

Queda la esperanza de que al menos la gripe esta (que parece ser una mezcla macabra entre fiebre aviaria, porcina y humana) no termine zombificando a diestra y siniestra, como en mi sueño de hace tres noches donde escopeta en mano debía abrirme campo entre calles atestadas de come-cerebros. Al menos allí era divertido.

Me despido entonces, desde dentro.

Cambio y fuera.


PD: Como algunos dicen que una imagen vale más que una entrada de 422 palabras (sí, las conte) ahí les va.. ¡Virgen del Agarradero!

Cortesía (no tan cortes y quizás atrevida) de El Universal.

 

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