martes, 8 de febrero de 2011

Sobre Doña Gloria

Doña Gloria es una paisa estándar. Clase media, de elegantes chicles (en su caso no se le pueden decir leggins) amarillos y blusa negra ceñida. Doña Gloria ha sido Trending Topic en Colombia por cuatro días seguidos en Twitter, eso no es poca cosa. El primer día que apareció fue Trending Topic mundial, es decir, personas -muchas- de todo el mundo, vieron su video. ¿Y qué tiene ese video? Pues son 8 minutos de Doña Gloria echando madrazos y vulgaridades a velocidades impresionantes. Es sorprendente, es gracioso, ¿es de mal gusto? Del peor. ¿Pero qué significa eso?

Es un gusto culposo, ciertamente. ¿Qué pensarían los colegas académicos si sorprenden que en la mezcla de sentimientos encontrados al escuchas a esta señora vomitando malas palabras hay algo de disfrute? No es una apología a la vulgaridad lo que quiero hacer aquí, sólo dar cuenta de un par de detalles que me resultan -por lo menos- interesantes. ¿Qué hace que una palabra sea “vulgar”? La pregunta no es nada trivial. La línea entre lo vulgar y “lo bien visto” es muy delgada, y hay que estar inmerso en ciertos juegos del lenguaje para poder distinguirlas claramente. Por qué en México “marica” es una palabra terrible, mientras que en Colombia la gente más nice y cool la dicen sin problema. Pero más aún, ¿por qué hay gente en México que considera que “no manches” suena muy bien, mientras “no mames” suena muy naco?. ¿Qué distancia hay entre “hijueputa” e “hijuepucha”? ¿Por qué nos creímos el cuento que entre una “T” y una “CH” hay un abismo de cultura?


Todo es cuestión de exclusión. Este asunto del uso cuidadoso, decoroso y bien tratado del lenguaje no es otra cosa sino una variación más de las “buenas maneras”. Sí, las buenas maneras, aquellas reglas convencionales que dictan cuándo está bien tomar la servilleta de la mesa y cuándo está mal sacarse un moco y dejarlo pegado en ella. De la misma manera, dictan cuándo está bien usar un “hijuetantas” y cuándo está mal un “hijueputa”. ¿Qué es aquello que está “mal” con poner los codos sobre la mesa mientras comes? Creo que es lo mismo que está mal si dices un par de malas palabras mientras hablas.

Es un indicador de “mala educación”.

¿Quiénes son los maleducados? Los que no han recibido tal educación. ¿Quiénes son esos? A riesgo de parecer mamerto, he de decir que los de siempre: los pobres.

Hay toda una jerarquía de buenas maneras, algunas muy codificadas, hay muchas que por supuesto se me escapan. Pero las sospecho, deben ser aquellas que algunos aprenden en lecciones de “glamour”. Los codos en la mesa son solo el comienzo de códigos y prácticas que pueden ser muy complejos.


Intuitivamente nos parece que hay algo mal en alguien que discrimine a otros por cómo se viste. Porque no use ropa de marca o porque lleve los zapatos sucios. Por qué entonces no nos molesta que se discrimine al “maleducado”. Y más aún, ¿por qué mirar mal a aquellos que como Doña Gloria lo único que puede balbucear es un vómito de malas palabras? Buenas maneras, buenas palabras, buena ropa, son todos mecanismos de exclusión. ¿Me interesa hacer una revolución a favor de las malas palabras y las malas maneras? ¡En absoluto! El status quo está ahí porque a muchos beneficia. Para aquellos cuyo -nuestro- trabajo es aprender más y más palabras, ¿cómo querer que de repente se democratice y todas tengan igual valor?

Así, sigamos escribiendo entradas de blogs. Sigamos escribiendo artículos y teniendo conversaciones con pretensiosa ortografía en twitter. Hagámolo mientras en secreto vemos dos o tres veces el video de Doña Gloria. Al verlo se siente el mismo placer que se siente cuando de repente alguien en una ceremonia se sale de la formación o cuando vemos que aquel hombre de traje trae unas medias rojas.

La transgresión. El revolucionario que llevamos dentro se despierta. Lo ridículo del absurdo de alguien que no desea lo mismo. Que no finge. Que está en otra liga.


PS: Para aquel que no sepa de qué estoy hablando, busque el video en youtube. Sientese, agarrese y -por favor- use audífonos, no querra que Doña Gloria contamine a altos decibeles su entorno.

 

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