viernes, 19 de noviembre de 2010

Una comida hippie

Algunas imágenes arquetípicas de Ciudad de México, los múltiples colores, la gente en sentada en grandes plazas, tertulias bohemias, la casa de Frida Kahlo o la de Trotsky, pertenecen a Coyoacán. Ahora vivo aquí. Hay toda una caracterización del coyoacaner que no haré ahora, más bien relataré un episodio particular de algo que me sucedió recientemente.

El DF es un monstruo traga pueblitos (como bien dijo mi amiga @esponjita) y ahí estaba yo, una tarde novembrina, en medio de uno bastante grande, despedazado por los jugos gástricos y la polución de la urbe, de callejones angostos, casas de colores y gallos que cantan todo el día. Buscaba un sitio para comer no muy lejos de la que fue mi casa. Una fonda pequeña, atendida por su propietaria (y cocinera) y frecuentada por gente joven de buen aspecto. Me senté y luego de elegir un chile relleno como guisado comencé a escuchar la conversación que animadamente se movía en la mesa de al lado.

Sorprendentemente, y en treinta minutos aproximados, los contertulios repasaron todos los temas emblemáticos hippies. Todos, uno tras otro, casi como haciendo una enumeración exhaustiva. Inicialmente eran tres (luego se uniría un cuarto). Un tipo mayor que el resto que fungía como gurú del grupo. Un hombre joven que hacía las veces de padawan y una chica joven y guapa cuyo rol era el de groupie del gurú. Así sucedieron los acontecimientos:

Energía y buenas vibras

Groupie: "Uy, siento una vibra muy pesada"
Gurú: "Claro, es que estamos en una zona muy vieja. El paso de los años hace que eso se vaya acumulando"
Padawan: "Oh"

Teoría de la conspiración de los científicos

Padawan: "¿Y tu crees que se pueda dar cuenta científicamente de esas vibras?"
Gurú: "¿Qué quieres decir? ¿Académicamente?"
Padawan: "Sí, algo así"
Gurú: "Todos los científicos lo saben, pero nunca lo dirán. La élite científica lo sabe pero no lo revela"
Padawan: "¿Y cuál es esa élite científica, la NASA y ellos?"
Gurú: "Sí, esos"
Groupie: "Oh"

Teoría de la conspiración de los bancos

-Irrumpe la escena un cuarto que llamaré "Rebelde", llega en una bicicleta de estilo retro-

Rebelde: "Voy a volver a la alcancía, los bancos son unos ladrones"
Gurú: "Sí, el sistema bancario es un desastre, por eso yo guardo el dinero en el colchón"
Groupie: "Oh"
Padawan: "Oh"

Estrellas y constelaciones

Gurú: "Si han visto que la estrella X de la constelación Y se ve azul en las noches"
Groupie: "Uy sí, pensé que era Aldebarán"
Padawan: "Oh"

Después de estos cuatro bloques la plática de volvió un popurrí entre artes plásticas, mota (marihuana) y cine de bajo presupuesto. Al no poder diferenciarlos tan distintamente no pude dar cuenta de ellos. Y en verdad ya intentaba ponerle más atención a mi comida que a la conversación. En algún momento no pude contener una risa y no quise pasar por algo tan bochornoso otra vez.

¿Cómo son los verdaderos coyoacaners? ¿Cómo ellos? ¿Cómo yo? Tal vez sea algo intermedio. No quiero ni intentar describirlo. Mi propio ánimo ha sido vulnerado últimamente como para intentar hacerme tal harakiri.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Vuelta al ruedo con muertos

Las vainas chilangas están de regreso. Hace un año y un mes que no escribía nada en este blog. Lo dejé abandonado por diversos motivos, pero principalmente porque no sentía que pudiera decir algo entretenido. En este año muchas cosas han cambiado. Tantas transiciones encima no me permitían asimilarlas, tomar una pausa y escribir.

Este es el mes de los muertos. La relación con la muerte en México es algo bastante pintoresco. Hace un año, cuando aún vivía en Tlalpan, pasé la noche de muertos en un cementerio. Esto no es nada extraño, hay toda una celebración alrededor, fuera del cementerio hay puestos de bebidas y de comida. Esa vez, compré unos tamales con Leonardo y nos adentramos en los panteones. Estaba repleto de gente y se había adecuado un área muy grande con sillas para proyectar una película de terror de vampiros mexicanos en blanco y negro. La gente asiste masivamente, van niños y viejos, con su tamal y su atole (colada) en mano y dan vueltas por los panteones. Las tumbas están más adornadas que de costumbre y no pocos dejan en las tumbas la comida y la bebida que disfrutaba el muerto. Dimos vueltas por casi una hora, pasamos por todos los caminos y vimos las tumbas que la escasa luz nos permitía. Recuerdo una que tenía un globo con forma de diablito amarrado, aún flotaba y logró asustarnos.

La muerte, entonces, resulta algo mucho más familiar. Al menos no tan solemne, ni oculto. Otra expresión de esta diferencia está en el culto a la Santa Muerte. Una figura huesuda de capa negra que es adorado por algunos sectores de la población, generalmente de clases bajas. Esa es la Virgen de los Sicarios en versión mexicana, pero esta vez desprovisto de valores hipócritas y declaradamente corrupta y satánica. Ahora mismo, en la casa de mexicanos donde vivo, tengo un altar de muertos al lado, una tradición que busca tener presente los propios muertos y rendirles un homenaje. Está decorado con calaveras de azúcar y chocolate, pan de muertos, y dulces típicos tiene unas velas en las esquinas de la mesa y en el centro está la fotografía de la abuela de la dueña de casa. Pensé poner la foto de mi papá, pero tal vez ese ritual resultaría muy pagano para su gusto.

Sí, uno de los cambios fue ese. Por primera vez la muerte me tocó de cerca. Aquello sucedió el 26 de noviembre del año pasado. Llegó un email a mi cuenta de correo avisándome de noticias familiares en Cali. Una llamada después me enteré que, en contra de los pronósticos que conocía, Álvaro Fajardo se había ido de este mundo. Un sacerdote cercano a la familia relató en una de las homilías de despedida que él le había confesado "estar muy feliz porque cada vez estaba más cerca de reunirse con el Padre". Cuando escuché esto no pude evitar estremecerme y agradecer que mi papá tuviera un motivo de alegría justo antes de su larga noche.

¿Qué nos queda a los que sabemos que no habrá nada más? ¿Han hecho el ejercicio de intentar imaginar el mundo sin su punto de vista? Cuando lo he hecho lo único que siento es una sensación de vértigo pasmosa, absoluta. Es algo en lo que prefiero no pensar y que simplemente me resulta aterrador. Pero ciertamente es algo que debemos domar, amansar, acostumbrarnos y hacerlo parte de nuestras vidas. Qué tan distintos serían nuestros días si entendiéramos lo efímero de ellos. He allí la virtud de la fiesta a la muerte, cuando puedes volver una tragedia un motivo de festejo es porque lo dominas. Si puedes hacer un chiste acerca de lo más profundo es porque puedes pasar encima de ello y salir bien librado. El lenguaje es una vía de sanación, repetía un profesor en mi licenciatura. Quizás esa sea la razón última de retomar este espacio.

La muerte está muy relacionada con crecer. Cuando eres pequeño no dimensionas muy bien el asunto de la muerte. Una vez escuche a un niño muy pequeño decir con una gran sonrisa que su mamá estaba en el cielo. Y a otro, años después, decir con toda la tranquilidad que pronto se moriría porque tenía cáncer. De hecho, en algún sentido crecer es cargar cada vez con más muertes en la espalda. Muertas tus amistades, tus padres, tus proyectos, tus PJs, tus amores, tus sueños adolescentes, tu tiempo.

Pero la vida continúa y los días se acaban.

¡El muerto al hoyo y el vivo al baile!

PD: ¡Los muertos que caminan están de moda! Se acerca el estreno de The Walking Dead, una serie de FOX que tiene muy buena pinta. Estaremos atentos.


 

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