sábado, 11 de julio de 2009

Una brevísima confesión

Trataré de no darle muchas vueltas al asunto.

Lloré, casi a moco tendido, viendo My Sister's Keeper.

Siempre fui un animal muy social. Pero eso ha cambiado un poco y en realidad no me disgusta del todo. Una de las cosas que se aprenden en esta suerte de auto-exilio es el de convivir con uno mismo. Si no están tus cuates de toda la vida cerca, si ya no hay "vaquitas amarradas" a quien llamar de vez en cuando o simplemente alguien que esté dispuesto a hacer algo contigo en cualquier momento, lo único que queda es la propia compañia. Y uno de los rituales que ejecuto conmigo mismo es el de ir a cine (¡sin albur ni doble sentido!).

Hace un año era impensable ir a cine sólo. Me lo imaginaba un evento triste, casi como almorzar sólo o ir a un concierto sólo, aunque cabe decirlo, no tan triste como ir a un motel sólo. Casos de que los hay, los hay.

A lo que vamos. Hace una semana me fui a ver esta película, que a latinoamérica llegó como "La decisión más difícil", animado por la novedad que supone estar casi protagonizada por Cameron Díaz y a la vez resultar una película deseable desde el primer trailer. Así que sin más, fuí a verla con un Icee en la mano.

No haré ningún spoiler así que no me referiré a la historia. Sólo he de decir que es excelente, está muy bien contada y tiene personajes de los que te encariñas muy rápido. Y esa es la virtud del filme, desde el minuto 20, o algo así, te bombardea de situaciones e imagenes que harán conmover a muchisima gente. Debo confesar que desde aquella escena en la que le entregan un anillo de oro a Oskar Schindler no había vuelto a salirseme una lágrima con una película. Admito, me emociono facilmente en el cine y muchas veces se me encharcan los ojos, pero lagrimas caídas casi nunca.

Y volvemos con el tema. Prenden las luces y estás sentado en el cine sólo, al medio día y los ojos encharcados y rojos. Por un momento me imaginé siendo cualquiera de los otros asistentes diciendo para sus adentros: "pobre". Pero luego levanté la cabeza y caminé lentamente, casi orgulloso de tener que ir secandome la mejilla, hacia el baño. Me eché un poco de agua a la cara y al ver que no iba a disimular el hinchazón de los ojos. Salí.

Mirando fijamente a quienes me miraban extrañados.

PD: En últimas esta es una recomendación. Cualquiera podrá calificar la peli de cursi, y puede tener razón, pero la formula está muy bien planteada. Así que si la última vez que lloraron fue con la muerte de Mufasa, esta seguramente será una buena segunda ocasión.

1 comentario:

Freston dijo...

Curiosa nota. Llorar con una película es un derecho del espectador, pero es cada vez menos frecuente: las historias son muy repetidas, hay tanta [sobre]oferta de películass que uno se va acostumbrando a verlas de manera desapasionada, casi mecánicamente... Será ir a verla, a ver si hay algo más que comentar...

 

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